El Palacio Barolo

Símbolos arquitectónicos de un esplendor que dejó su huella en el tiempo, algunos edificios de Buenos Aires tienen cierta mística que los hace atractivos. El Palacio Barolo, es una de esas perlitas que se esparcen en el paisaje porteño. Su fachada imponente es un imán para las lentes fortuitas que recorren la ciudad. En su interior, secretas conexiones con La Divina Comedia atraen a curiosos dispuestos a develar su misterio.




El ingreso principal, sobre Avenida de Mayo al 1300, remite a la centuria en la que Dante Alighieri escribió su obra más emblemática. El pasaje, en la planta baja, conecta esa singular arteria con la calle Yrigoyen.  En ese breve recorrido, es posible advertir no sólo la belleza de su ornamentación, sino también algunas referencias al famoso poema, como las nueve bóvedas que representan el acceso al Infierno y el mausoleo, una escultura con forma de águila que lleva el cuerpo del Dante hacia el paraíso, en el cual se pensó en albergar las cenizas del poeta florentino.





El palacio, mandado a construir por el productor textil Luis Barolo a principios del siglo XX, fue el más elevado de Latinoamérica y también uno de los de hormigón armado más altos del mundo.  Es obra de Mario Palanti, arquitecto cuyo sello se puede encontrar en varios de los edificios más llamativos de la ciudad. Su estilo no tiene una corriente estética que la defina, aunque se advierte una mixtura en la que se identifican rasgos neogóticos y neorrománicos, con una cúpula inspirada en el templo indio de Rajarani. En su torre contiene un faro giratorio, cuya misión consistía en tender un puente de luz con el Palacio Salvo, su similar en Montevideo, para iluminar el acceso a la desembocadura del Río de la Plata. En la actualidad, se enciende los días 25 de cada mes, en homenaje al día de la Revolución de Mayo.
La propuesta de recorrer el edificio es tan interesante como iniciar un viaje que lleva a explorar el camino que va del Infierno al Paraíso. El mismo itinerario que realiza Dante, buscando a su Beatriz. El periplo requiere de ganas y mucha imaginación ya que se trata de un edificio de oficinas que no está disponible para ser visitado más que en algunos de sus pisos.


Como la Divina Comedia, el edificio tiene tres partes claramente delimitadas: Infierno, Purgatorio y Paraíso.  Pero no es la única coincidencia. Los cien metros de altura coinciden con los cien cantos de la obra, y los veintidós pisos que lo conforman, están en consonancia con las estrofas de los versos.
Al cuarto piso se llega por los ascensores. Hay seis, con capacidad para ocho personas. Un anillo circular permite apreciar el carácter pitagórico de la construcción. Desde allí se observa la planta baja, quedando en el medio la figura del águila. Hasta el piso 14, que son los que corresponden al Purgatorio, cada dos pisos, hay una representación de un pecado capital.  Un elevador conduce hacia el cielo, pero no lo alcanza. Es necesario superar el obstáculo de seis pisos por escalera para tener una vista de 360 grados de la ciudad. Luego, un último esfuerzo, y el Paraíso será bien ganado con la llegada al faro.


La experiencia, se completa con el acceso a una oficina del piso 9, ambientada como en 1920 y que constituye una especie de museo en homenaje a Dante Alighieri.
Todo el edificio es un gran portador de referencias que hay que saber leer e interpretar. Para ayudar a descubrir esos secretos, se realizan visitas guiadas (con costo) los lunes y jueves por la tarde y excepcionalmente, los fines de semana. No obstante, aún sin tener conocimiento de los detalles, lo cierto es que el Palacio Barolo despierta curiosidad y atrae por el magnetismo de su exuberancia. Acaso, lo mismo que genera la obra de Dante.


Por Verónica Luna



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