El Ajedrez y los Cafés de Buenos Aires
Hoy, 26 de octubre, se celebra el “Día de los Cafés de Buenos Aires”; la resolución nació hace quince años cuando la Legislatura porteña dispuso homenajear con esa fecha, el día que en 1894 el Café Tortoni abrió sus puertas de atención sobre la tradicional Avenida de Mayo.
Ya se sabe que el ajedrez y los bares de esta ciudad guardan una historia en común con más de tres siglos de recuerdos. Fue justamente, en el siglo XIX, cuando Buenos Aires no era reina ni plata, que el ajedrez se convirtió en punto de encuentro en los bares; tertulianos con apellidos de abolengo se reunían los domingos, después de misa, en los salones de los cafés Los Catalanes, Marcos, Lloverás, Katuranga, Los 24 billares o Tortoni. Acaso, ese entorno de silencios recónditos, responsable de los cálculos fallidos alentó a esa cofradía a la búsqueda de un espacio recoleto. Así nacieron las primeras salas y clubes de ajedrez.
Acaso, por ello, en Buenos Aires surgieron tres salones en los que se podía jugar al ajedrez, el “Café de los Catalanes” (1799-1873) ubicado en la esquina de las actuales arterias, San Martín y Tte. Gral. Perón, el “Café de Marcos” (1801-1871) en la esquina de Alsina y Bolívar, y “Café de Lloverás” que funcionó en Hipólito Yrigoyen, entre Perú y Bolívar hasta su cierre en 1916; sin dudas ellos fueron los pioneros de la promoción de esta actividad sacándola del encierro de su práctica en las casas de familia. Mientras que en los dos primeros en los encuentros se priorizaban los temas políticos por encima del esparcimiento, existía, además, una fuerte antinomia entre unos y otros parroquianos; al Café de los Catalanes lo visitaban los patricios con ideologías “Antivirreinales”, y el Café de Marco era el punto de encuentro de los patriotas “Morenistas”.
Ya se sabe que el ajedrez y los bares de esta ciudad guardan una historia en común con más de tres siglos de recuerdos. Fue justamente, en el siglo XIX, cuando Buenos Aires no era reina ni plata, que el ajedrez se convirtió en punto de encuentro en los bares; tertulianos con apellidos de abolengo se reunían los domingos, después de misa, en los salones de los cafés Los Catalanes, Marcos, Lloverás, Katuranga, Los 24 billares o Tortoni. Acaso, ese entorno de silencios recónditos, responsable de los cálculos fallidos alentó a esa cofradía a la búsqueda de un espacio recoleto. Así nacieron las primeras salas y clubes de ajedrez.
El nacimiento de los primeros jaques
Durante el siglo XIX, en Buenos Aires la atención estaba centrada a lo que sucedía en Europa; Francia e Inglaterra eran usinas generadoras de noticias y especulaciones políticas. También se sabía que dos bares, El Café de la Regénce (París) y Slaughter’s Coffee House (Londres) eran lugares de encuentros de los ajedrecistas.
El Café La Regence; el templo del ajedrez parisino
Por el contrario, en el Café de Lloverás el juego, ya sea ajedrez, billares, dados o cartas eran los pasatiempos favoritos de sus clientes. En realidad era tal el interés por conocer los secretos del ajedrez que un extranjero, un ajedrecista de origen ruso y de nombre Máximo Abramhson, se convirtió en el primer profesor y transmitió sus enseñanzas en los salones del Lloverás.
Tenía un verdadero placer en enseñar la teoría y práctica del juego, y bajo cuyos consejos y observaciones desarrollaron sus conocimientos muchos jóvenes entre los que sobresalieron dos que han llegado a figurar entre los más aventajados, Julio Lynch y Benito Villegas” describió el dirigente José Pérez Mendoza, en su obra, primogénita de la actividad vernácula, “El ajedrez en la Argentina”, en 1920.
En Buenos Aires
En la sala “Origen, desarrollo y crisis dela Confederación Argentina(1828-1852)” del Museo Histórico Nacional (Defensa 1143 de la ciudad Autónoma de Buenos Aires), fundado en 1889, se encuentra un juego (incompleto) de 22 piezas de ajedrez entre otras pertenencias del Brigadier Don Juan Manuel de Rosas. Los trebejos fueron donados a esa entidad por la hija del general Juan G. Lavalle, quien las había conservado tras el exilio y muerte del “Restaurador”.
Las piezas de Rosas, en el Museo Nacional
juego de ajedrez del Gral. Rosas
En tanto, en el Complejo Museográfico “Enrique Udaondo” -Museo Colonial e Histórico-, en Luján, se encuentra la mesa de ajedrez -de cedro tallado- que utilizó Rosas. Ambas muestras que exhiben la afición del prócer argentino por este juego son sin dudas las reliquias más antiguas de ajedrez que se conservan en el país.
Se sabe que durante la primera mitad del siglo XIX, el ajedrez era practicado en las casas de familias, acompañando el accionar y estilo de vida de las clases altas de Europa;como si el juego de reyes, damas y torres se tratara de un artículo de moda, pasó a formar parte en Buenos Aires de reuniones a las que parecía imprimirle un mayor aire aristocrático entre quienes lo contemplaban y sobre todo a los que se atrevían a resolver sus ecuaciones en el cuadriculado tablero.
No fue extraño entonces, que en el Club del Progreso, de la calle Perú entre Alsina e Hipólito Yrigoyen, lugar de encuentro de destacadas personalidades de las clases más poderosas del país se haya decidido, el 1 de mayo de 1852, abrir la primera sala de ajedrez en la Argentina.
Primera sede del Club del Progreso
A esos mismos salones concurrieron parte de la más alta burguesía que planificaba el accionar político y económico para extender su poder y dominio en estas tierras. “Manejaron el país desde las salas del Club del Progreso, el Jockey Club y el Círculo de Armas”, señaló el historiador argentino Mario O´Donnell en su obra “Historias Argentinas -Editorial Sudamericana, 2006-”,
La 2a sede del Club del Progreso
Aquel Club del Progreso, que tiempo después se mudó al Palacio Muñoa (esquina Perú e Hipólito Yrigoyen) donde fue llevado el cadáver de Leandro Alem, líder y creador del Partido Radical, tras el suicido la noche del 1 de julio de 1896, más tarde, en 1898, se trasladó al edificio de Av. de Mayo 633, y desde 1940 hasta nuestros días se ubica en la calle Sarmiento 1334 de esta ciudad.
Si bien en Buenos Aires de esos años se advertía un mayor crecimiento de la actividad, con su práctica en bares y en salas de clubes, aún, el movimiento del ajedrez no era lo suficientemente importante como para considerarlo un juego popular.
En 1858, un nuevo bar fue inaugurado en Buenos Aires por iniciativa de un inmigrante francés, de apellido Touan; “El café de Tortoni” nombre homónimo de una cafetería del parisino Boulevard des Italiens, en el que la práctica del ajedrez fue pasatiempo habitual de los clientes. El edificio se construyó en la esquina de Esmeralda y Rivadavia y cuarenta años después se trasladó a su actual sede de Av. de Mayo 825.
También siguiendo los pasos del Club del Progreso, en octubre de 1880 se fundó el Club Gimnasia y Esgrima que entre sus disciplinas deportivas y recreativas incluyó una sala dedicada al ajedrez, pero para ello hubo que esperar hasta la segunda década del siglo XX.
Pero tanto los salones de los cafés o las salas de los clubes distaban todavía muchísimo de la atmósfera de concentración que exigían los ajedrecistas, es que entre sus postulados sobresalían la buena iluminación y el profundo silencio, para elaborar con precisión sus movimientos. Esto motivó que un grupo de decididos aficionados acompañados por algunos expertos que ya se destacaban sobre sus pares, decidieran que había llegado la hora de fundar el 1er club de ajedrez en la Argentina.
En junio de 1881 se inauguró en Buenos Aires, el “Club de Ajedrez”, el primer club de uso exclusivo para la práctica del milenario juego, cuya Comisión Directiva la integraron 24 socios, y la sede se ubicó en la parcela de Suipacha 10, casi esquina Rivadavia.
Pero la algarabía duro sólo un suspiro; sin dudas que la falta de apoyo sumada a la situación económica de esos años provocó que sólo cuatro temporadas el Club de Ajedrez pudiera solventarse con el aporte de sus socios, por ello, a partir de 1886, se trasladaron sus juegos y mesas a El Café de Tortoni, donde contaba con una pequeña sala y que ocupó hasta 1888. Luego permaneció sin actividad hasta 1899, reinaugurándose con una sala en el local del Café de los Catalanes, pero tuvo una vida efímera y dejó de funcionar a partir de 1900.
Otro grupo de aficionados que no estaba de acuerdo con volver a tener una sala en uno de los cafés de Buenos Aires, y resaltando la necesidad de contar con un club exclusivo para la práctica del ajedrez, en 1886 fundaron con el mismo nombre que el anterior, y a sólo cien metros de la antigua sede (en la esquina de Bartolomé Mitre y Suipacha), el homónimo “Club de Ajedrez”. Sin embargo el impulso inicial se fue decayendo con el transcurrir del tiempo, y en 1888, sólo dos años después, cerró sus puertas para siempre.
Una gran trascendencia para la historia del ajedrez vernáculo tuvo la fundación del café “Los 24 billares” (con sede en la calle Tte. Gral. Perón), que fue inaugurado en 1885 y, que a partir de 1894, cambió de sede (Bartolomé Mitre) y que por el aumento del número de sus mesas, pasó a denominarse “Los 36 billares”. Del grupo de concurrentes a esta sala surgirían los fundadores de uno de los tradicionales clubes del siglo XX, el Círculo de Ajedrez de Buenos-esto sucederá recién a partir de 1916- cuyos socios mantenían serias diferencias y se volvieron acérrimos rivales de los que integraban el Club Argentino de Ajedrez, creado en 1905. Pero esa será otra historia.
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