Ayer y hoy: un viaje en el tiempo hacia la más bella Buenos Aires

El historiador Daniel Balmaceda publicó Buenos Aires en la mira, un recorrido por rincones de la ciudad desde 1880; LA NACION fotografió esos mismos sitios en la actualidad


Por   | LA NACION

Podían verse hombres bailando tango con los pies en el Riachuelo; podían verse carretas sobre calles de tierra; podían verse personas zambulléndose en una pileta de natación en Retiro; podía verse un corso de flores organizado por las Damas de la Sociedad de Beneficencia; podían verse barrenderos, vendedores ambulantes con mercancía en la cabeza, una cigarrera, heladeros; podía verse cómo era Buenos Aires sin el Obelisco. Todo eso pudo verse. Y fotografiarse.
Con esas imágenes, que se remontan hasta a 130 años atrás, trabajó el historiador Daniel Balmaceda: la investigación se publicó en Buenos Aires en la mira (Editorial Sudamericana), un libro que se presentó en la última Feria del Libro.

En diálogo con LA NACION, Balmaceda habló de este recorrido que muestra postales de la Buenos Aires de 1880 hasta comienzos de 1970. "Arranca con mujeres completamente tapadas y que no consideraban la alternativa de tomar sol porque estaba mal visto, a chicas con minifaldas, las promotoras de la Rural, al final del libro", grafica el autor. Este diario visitó esos lugares para fotografiarlos y dejar un registro de esos sitios hoy.





-¿Cuál fue la idea de armar este "álbum de emociones"?
-Desde que investigo para otros libros fui juntando imágenes y eso hizo que en algún momento me planteara la posibilidad de convertirlo en un libro. Lo primero fue recopilar imágenes, después las postee y las tuité. Ví la buena aceptación que tenían y entonces vino el libro, una especie de álbum de emociones, como lo definí.
-¿Qué siente al contrastar la ciudad antigua con la actual?
-Lo que me pasó a mí con las fotos es lo que pretendo que les ocurra a quienes vean las imágenes, que puedan hacer este viaje en el tiempo. Por lo general, son fotos que pueden ser replicadas hoy mismo, en los mismos lugares.
-¿Fue a esos lugares a vivir el cambio?
-En algunos casos fui a pararme en el lugar donde habían tomado la foto para ver los cambios y entender los ángulos. Por supuesto es una sensación muy agradable la de tener una imagen en blanco y negro, característica de otro tiempo, y contrastar las diferencias de la moda, los autos, el paisaje. Y poder advertir hoy cómo ha cambiado todo, en algunos casos para bien y, en otros, no.
-¿Qué sensaciones sintió ahí?
-En general, por la elección de los lugares lo primero que ví es que teníamos una ciudad muy cuidada, prolija y eso me da nostalgia; sentí ganas de que Buenos Aires vuelva a tener esa calma, que esa escena vuelva a ser más pulcra, en todo sentido. No sólo se ha perdido la costumbre de tener orden y limpieza, sino también porque hay fotos en tiempos en que el automóvil era poco utilizado, había pocos y llama la atención ver cómo alrededor de 1920 o 1930 la cantidad de autos y las necesidades de la ciudad empezaban a necesitar modificaciones. Las calles ya no estaban siendo útiles para cada vez más autos circulando.
-En las fotos se ve un tránsito con mano y contramano, ¿hasta cuándo duró eso?
-Eso del tránsito libre que surgió en la década del 10, en los años 20 o 30 fue caótico; entonces vino la necesidad de poner un poco de orden. Aparecieron los primeros policías de tránsito. Los semáforos fueron posteriores: del '59.
-¿Le resultó llamativo lo de la gente bailando tango en el río?
-La gente no, los hombres; no estaba bien visto en imágenes de 1812 que las mujeres bailaran tango en público. Esas fotos uno las descubre y después empieza a tratar de revelar qué historia hay atrás, por qué hay un grupo de hombres bailando con los pies en el río. A partir de ahí surge la investigación, muy agradable, que consiste en darle vida a esa foto, en empezar a construir la historia de ese segundo que captó el fotógrafo. Hay un juego comparativo en todo momento. Hasta pensando en los fotógrafos de entonces, con máquinas tan básicas y que sin embargo lograban imágenes tan nítidas, tan buenas
-También hay cambios significativos en los oficios: ¿Qué destacaría de esto?
-En realidad, forman parte de nuestra Buenos Aires de ayer y de hoy. Porque el libro busca no poner el foco en la arquitectura sino también en la moda y en las costumbres; en ese campo ya podemos recorrer la historia de la moda en la ciudad. De los oficios, como la vendedora ambulante de cigarrillos o el vendedor de maní con su locomotora. O costumbres como el paseo de las flores, algo que era muy importante en la zona de Palermo.
-¿Hay algún lugar, alguna foto que lo haya impresionado por algo?
-En general, más allá de lo paisajístico, que es tan atractivo de ver, me marcaron mucho las imágenes de los chicos del Patronato de la Infancia, que, con sus alcancías recaudaban dinero. Esas cartitas son emocionantes. Uno intenta imaginar historias detrás de esos rostros tan niños. A la vez esas fotos te permiten hacer una conexión muy actual. Es inevitable vivir esa sensación. Los chicos que siguen pidiendo, por ejemplo. También la gente viajando apretada en el tranvía te lleva a considerar las cosas hoy y en cuánto nos parecemos.










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