La calle Libertad: secretos de la capital porteña del oro
LUGARES CON HISTORIAAllí trabajan más de 4 mil personas. Segunda y tercera generación de joyeros dicen que “el crédito es la palabra”. Y conviven con los locales de electrónica donde reducidores venden sin factura.
Por Dario Coronel
Nueva York tiene su Diamond District: está en el cruce de la calle 47 y la Quinta Avenida. Bogotá, un shopping exclusivo de joyeros, llamado Emerald Trade Center. Y a pocos metros, el Parque de los Esmeralderos, donde se venden joyas sobre la vereda, como si fuesen manteros. Lima las tiene en El Jirón de la Unión, considerada la quinta calle más cara de Latinoamérica. En Buenos Aires, hace más de un siglo, está la calle Libertad. Es la versión porteña de la zona de joyerías que tienen casi todas las ciudades del mundo.
Y acá, en estos locales, sobre veredas angostas, los herederos osegundas o terceras generaciones de joyeros dicen que la historia comenzó alrededor de 1900, con las primeras relojerías. Estaban de moda los relojes de mano y había que ir a Libertad para arreglarlos o comprarlos. Para los 50, las joyerías ya le ganaban a las relojerías. Sus dueños eran de la comunidad judía. En esa época, se recuerda quehasta los barrenderos de esa calle tenían cadenas de oro; que las mujeres se compraban dijes con cada sueldo y con el aguinaldo, la pulsera. Algunos joyeros salían a vender puerta a puerta por los barrios, y a pagar por semana. Pero la calle Libertad, la calle del oro, la representante porteña ante otras ciudades del mundo, comenzó a armarse en 1980. Ahí, cuentan, se le empezó a parecer a lo que es hoy:más de 100 joyerías a la calle, otras tantas en pisos de edificios, a las que se llega por recomendación, y cientos de talleres que abastecen a las joyerías. De Libertad y de todo el país. Y hasta de países limítrofes. Para Armando Wasser, ex presidente de la Cámara de Joyeros, en los 500 metros trabajan más de 4 mil personas.
Pero la calle tiene vida propia. Están, aunque pocos los ven, “los caminantes”: hombres que sin dinero ni créditos, sólo con confianza, acceden a piezas que les entregan los joyeros. Ahí, el negocio depende de ellos: hay de los que entran comercio por comercio de Libertad y lo ofrecen, sumándole un número para su ganancia. O los que tienen acceso a lugares como ministerios, peluquerías, gimnasios o escuelas y venden allí. O los que viajan a joyerías de barrios o del interior. Peronunca invierten, su mercadería siempre es prestada. Otros con vida propia en Libertad son “los comisionistas”: hombres o mujeres contratados por joyeros del interior que llegan por trámites como entrega de dinero o de piezas. Cada visita puede cobrarse $ 130. Pueden llegar a venir con más de 30 trámites. Y por último, “los chalequearos”: hombres que en los 80 llevaban barritas de oro en sus chalecos a Estados Unidos, Suiza o España. Dicen que varios de los joyeros más exitosos del presente hicieron sus primeros ahorros así.
Si se la recorre desde el 0, cruzando Rivadavia, los primeros comercios son los de audio, donde con total impunidad se compran y venden productos sin facturas, mucho de ellos robados como cámaras fotográficas de primera calidad, estéreos o GPS. Este tipo de negocios vuelven a aparecer al 500, donde terminan las joyerías. Se dividen entre las mayoristas (del 0 al 300) y las minoristas (del 300 al 400). En el medio, también hay casas de máquinas y herramientas para joyerías. Y los famosos “agujeros”: locales con una balanza para pesar el oro y calculadoras para la compra y venta de dólares. “Esos no son joyeros. Son ‘paracaidistas’ que vieron el negocio y se sumaron. Pero no saben nada de joyas; por ellos ganamos mala fama los demás”, dice un joyero que prefiere no dar su nombre.
Noray Nakis es presidente de Deportivo Armenio y está muy vinculado a la vida política de Independiente. En su oficina, adornada por banderines de clubes, esta vez, no habla de fútbol. Desde hace 38 años, es uno de los tantos armenios dueños de joyerías de Libertad. Tiene dos, en las que trabaja junto a su familia. Se cree que más de la mitad de los comercios de Libertad son de hombres de esa nacionalidad (ver La gran mayoría...). “Históricamente, los mejores orfebres en Turquía, Grecia, Líbano y Siria eran armenios. Hoy también podés encontrar armenios joyeros en Los Angeles, Nueva York o Amsterdam. Los mejores somos nosotros”, dice.
En Libertad hay vida abajo y arriba de la calle. Abajo, en el temblor que deja el subte cada vez que pasa. Y arriba, en los cientos de talleres que funcionan en pequeños departamentos en los que se confeccionan piezas. Los alquileres mensuales van de $ 2 mil a $ 20 mil. A veces los comparten varios talleristas. Desde estas habitaciones se imponen las modas. Así pasó en los 80, cuando a algún joyero se le ocurrió los nenitos y nenitas como dijes. “Todos los joyeros del país tienen que traer el oro a Libertad porque es el único lugar en el que hay laboratorios ”, agrega Noray. Entonces, todos los joyeros vienen a buscar las piezas que venderán en sus locales. Y también están los revendedores: compran su mercadería teniendo su propia clientela, que los espera en casas, reuniones, escuelas, o donde haya gente dispuesta acomprar en varios pagos, sin firmar nada y sin interés. “Mira, yo quiero saber en qué calle del mundo, en qué comercios, hay este convenio”, desafía Noray. “Acá no hay cheques, no hay créditos, nada.
Acá el crédito es la palabra. Acá si te dicen ‘cobrás en 30 días’, en 30 días tenés la plata. Es todo de palabra”.
Margarita Suárez está por llegar a los 50 años. Se convirtió en revendedora después de quedarse sin trabajo, hace cinco años. Buena parte de la semana se la pasa en Libertad, comprando, refaccionando, pagando, lo que vende a clientes de todo tipo. “Esto es bárbaro, porque hay locales donde comprando mil pesos te hacen precio mayorista”, dice. “Hay mujeres de más de 65 años que trabajan de esto. Unas cuantas empezaron con la indemnización que sacaron tras irse de un trabajo fijo, y ven en esto como el taxi de los hombres: a cuántas más horas, más ganancia”. Las revendedoras más jóvenes de Libertad dieron sus primeros pasos vendiendo acero, y con el tiempo, se pasaron a la plata y el oro, como ella, lo más vendido hoy, por la inseguridad. A sus proveedores, como contaba Noray, les debe más de $ 40 mil. Nunca les firmó un papel.
Es todo pura confianza. Una confianza entre porteños, que ni en Diamond District de Nueva York, ni en Emerald Trade Center de Bogotá, ni en El Jirón de la Unión de Lima, se consigue.
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